¿ES EL CÁNCER, EN PRIMERA INSTANCIA UNA ENFERMEDAD DE LA CONSCIENCIA?
Por Gabriela León Olea
Quinientos años antes de Cristo, Anaxágoras en su libro “Sobre la naturaleza “con una enorme inspiración (entonces intuitiva) concluyó que el “mundo (el cosmos) “había sido creado de la palabra de Dios”. Mas de dos mil años más tarde lo científicos del círculo de Copenhage, intrigados por el descubrimiento de la física de los cuantums, luego de innumerables disquisiciones sobre el comportamiento y la naturaleza errática y anti-intuitiva de las partículas subatómicas, llegaron a la conclusión paralela a la de Anaxágoras, que la materia prima y componente esencial que construía el universo era simplemente la de “la información”.
En el nivel más íntimo de la materia, de sus partículas subatómicas no había nada tangible, solo información. Lo anterior viene a cuento con dos historias adicionales (dignas de analizarse) que coinciden con la historia de Anaxágoras de la palabra de Dios o de la información subatómica del círculo de Copenhague, de la que están hechos los quantums, y es la que tiene que ver con el descubrimiento relativamente reciente de la doble espiral de la genética, DNA, (de la arquitectura del genoma humano) y más tarde de algunas tesis recientes, sobresalientes sobre la administración de la información genética que mantiene a los sistemas biológicos ordenados (de sus bases nucleicas) y en control de su migración, morfología y trabajo de reposición de las células y de la sana fisiología de los órganos y sus funciones. Desde hace algunos años, el nuevo invitado, (frecuentemente non- grato en el ámbito de la ciencia dura), a la especulación sobre el misterio del comando y ordenamiento de “la información” que nos crea y construye es la “consciencia”. Aquí la gran pregunta de los nuevos científicos y filósofos en el debate, es definir si lo que llamamos consciencia; es esa unidad identitaria que nos proporciona la sensación del yo (self) y que es producto ya sea de un epifenómeno derivado en forma natural de las funciones bioquímicas o eléctricas cerebrales (o incluso de la narrativa de nosotros mismos por el lenguaje), o si esta (el alma) constituye un ente aparte diferenciado, (si bien invisible y misterioso) que tiene la facultad de existir por encima de esta fisiología, atribuyéndonos la facultad de ejercer la voluntad y el libre albedrío, por encima de la causa y el efecto de los mecanismos puramente físicos de los que estamos dotados. Estas dos posiciones (monismo y dualismo) se enfrentan en especulaciones a cuál más de interesantes, si bien dejando sin resolver la pregunta esencial, de que y quien es en última instancia el responsable de la administración de esa información inteligente (molecular, cuántica, o biológica (genoma) de la que estamos construidos.
En el caso de la tesis monista, la inteligencia del sistema es inherente a este, una especie de auto programación de un de sistema involuntario nervioso que funciona sin la intervención consciente del sujeto identitario que la contiene. Para los dualistas (Sir Jhon Eccles; “The self and its Brain”) el homúnculo detrás de las funciones de administración de la biología genómica, es aquel yo virtual, que posee la facultad de la consciencia, manifiesta o inmanifiesta paralela a sus atributos medulares de la voluntad y el libre albedrío. En esta tesitura especulativa, la administración de la información que conforma al ser humano, no sería ajena a la experiencia cotidiana del individuo: de su mente, de su imaginación o de sus emociones. Aquí, toda esa información de acuerdo a la tesis neo evolutiva entre otros de (Gerald Edelman) el círculo dialéctico de la a) información, b) morfología y c) genética, (que son posiblemente administrados en el cerebro), terminan por definir que todo ese acervo bio- informativo, al final metaboliza la experiencia tangible o intangible de la vida cotidiana de los seres vivos, incluyendo la memoria (The rembebered present) o la imaginación, incidiendo en los procesos de regeneración, sustitución, fisiología o crecimiento celular de los órganos que integran el cuerpo humano.
En este contexto, si bien hipotético las disfunciones fisiológicas del crecimiento desordenado de las células y su etiología (de acuerdo a la visión dualista de la consciencia) se originarían en una suerte de patología de esta misma, (de la consciencia) que, al lastimar su capacidad natural ordenadora, (en un efecto de contagio generalizado), podría presumirse que llegara eventualmente a alterar los códigos informativos que sustentan el funcionamiento sano del organismo. Si esta idea tuviera algo de cierto, las malformaciones del crecimiento desordenado de las células (Cáncer) sustentarían en su sustrato más íntimo, la hipótesis de que el cáncer es en primera instancia una enfermedad de la consciencia. En apoyo a lo anterior no es infrecuente observar que un porcentaje importante de los pacientes que sufren de esta enfermedad, experimentaron previo a adquirirla, experiencias dolorosas o desquiciantes de toda índole y que alteraron de alguna forma su yo, y con esto la salud de su autoconsciencia, de su sistema de información y de su espíritu. La buena noticia sería que, si el origen de esta disfunción residió en una patología del espíritu, podría concluirse que a partir de su íntima restauración podría recobrarse la salud de su sistema ordenador e informativo.